Por Daniel Grinspon
Joan Donoghue, presidenta de la famosa Corte Internacional de Justicia, salió a decir que no hay indicios de genocidio en Gaza.
En serio, recién ahora se avivan ?
Después de meses en los que medio planeta se llenó la boca con esa palabra, después de que miles salieron a gritar “genocidio” en pancartas, redes y universidades como si estuvieran repartiendo fotocopias, la Corte se digna a decir lo obvio. Pero lo dice despacito, bajito, como quien no quiere molestar.
Tarde, muy tarde. El daño ya está hecho.
Dónde estaban cuando se acusó a Israel de crímenes atroces sin pruebas ? Dónde estaban cuando nos pintaban como monstruos mientras Hamás usaba hospitales y escuelas como escudos humanos ?
Ustedes, los señores jueces, los intocables de La Haya, se sentaron a mirar el circo y, con el mejor acento internacional, le dieron aire a los que nos odian. Legalizaron el antisemitismo con moño jurídico.
Porque no se hagan los inocentes: cuando ustedes aceptan una denuncia delirante, aunque después digan que no hay pruebas, ya legitimaron la mentira. Ya les dieron letra a los que están esperando una excusa para escupirnos en la cara.
Y ahora qué ? Quién limpia ese lodo ? Quién se hace cargo del quilombo que ayudaron a armar ?
Lo más patético es que cuando Israel fue atacado de la forma más salvaje que se recuerde en décadas, ustedes estaban mirando las palomas. Ni una palabra. Ni una condena. Ni un gesto.
Pero claro, cuando aparece la palabra mágica Palestina, ahí corren todos a poner cara de preocupación. Se sientan, escriben resoluciones, fingen neutralidad. Una farsa.
Porque si esto le hubiera pasado a Francia, a Estados Unidos, a cualquier país occidental, ustedes estarían hablando de legítima defensa y de seguridad nacional. Pero como es Israel, como son los judíos, entonces hay que abrir juicio, poner en duda, relativizar.
Mirá, señora Donoghue, la próxima vez ahórrese el teatro.
Porque para ser tan tibios, tan lentos y tan irresponsables, mejor que no digan nada.
Prefiero a los que nos odian de frente que a los que se disfrazan de jueces imparciales y terminan haciendo el juego del odio.
La Corte Internacional de Justicia ya está manchada. No por lo que dijo ahora, sino por todo lo que hizo antes.
Porque el antisemitismo con toga también es antisemitismo.