Ante el horizonte más oscuro, apostado en la noche, el rapaz espera. Saberlo a ciencia cierta, no lo sabe, pero se aferra a su estrella, alcanzado por un instinto supersticioso, hasta ahora siempre tuvo una aparición. De las salidas OTAN, la UE, o la mismísima ONU, todo se desvanece… Hasta – ¿por qué no? – presidir una importante oenegé internacional. Se baraja -créanlo-, arrecia el rumor, lo importante es salir por un portón y entrar por otro igualmente artesonado y compacto. Un estatus de dimensión suficiente para seguir en el candelabro y que le ofrezca protección y hasta cierto blindaje. Todo él es un “constructo”, hasta ahora un éxito y no va a renunciar como si fuera un miembro más de la masa.
Hay alrededor del líder un nada virtuoso círculo agobiante y perseguidor, la judicialización de los hechos de los miembros de su entorno personal y político, aunque en su caso casi todo es personal. La incesante búsqueda de rechazos y justificaciones da paso también a un posible y acariciado pretexto legal sobrevenido que haga decaer esas causas, que aún siguen. A Bruselas o Ginebra es muy importante acudir, de sus socios de investidura el más difícil, el más soberbio, es Puigdemont. A pesar de brindarle el plácet a todos sus pedidos, una parte de ellos se muestra inviable -la oficialidad europea del catalán, la aplicación definitiva de la amnistía, etc.-, la otra se aprueba cada día. Lo cierto es que estos siete votos siempre están pendientes de un hilo, la Nogueras -con cajas destempladas- se lo hace saber de forma cotidiana: “acord a acord, pacte a pacte”, no hay pacto de legislatura. Quizá es la parte más complicada de la aventura de la llamada mayoría progresista, la causa de que no haya presupuestos. Eso sí, por ahora, no hay que desmayar. Se les puede dar el sí a casi todo, a todo, vamos. Cualquier cesión, digamos, hasta ahora impensable, el equipo de comunicación-guionistas (son muy buenos) servirá de argumentos y “beneficios” para todos, de la medida que sea. La que sea…
Ya no se habla tanto de “lodo” o “fango”, ni siquiera del tan insistente “bulo”, alrededor de la vida y milagros de sus más cercanos. Ahora se trata de los esenciales recesos, aplazamientos, obstáculos de aquí y de allá. Es importante que el final siempre quede lejos, mientras, habrá que saber salir, por y desde dentro o, si el peligro persiste, hacia fuera. El reto es grande y lo que se juega también, pero él confía -será en alguna fuerza humana o natural, o quizá en la inercia imparable que le ha traído hasta aquí-. Huir no es una opción, no cumple sus requisitos, hay unos mínimos. Búho o lechuza.