La “flotilla”, es un asunto chusco, sobre todo por esa orden sobrevenida y de futuro incierto, como enviar un patrullero de la Armada –“Furor”- como “compañía” en misión desconocida. Una decisión unipersonal, absolutísima, no se sabe si espontánea o, al menos, levemente pensada, del presidente Sánchez, desde y en Nueva York. Es costumbre, con este jefe de gobierno, que este tipo de medidas sean de su particular resolución y propósito -sin consultar a las Cortes Generales-, pero no es normal y no es democrático ni constitucional. Como dice ABC en una editorial, “Sánchez ha dispuesto del buque como si fuera un jefe de Estado plenipotenciario” incumpliendo la Ley de Defensa Nacional. Conocida la noticia, muchos se han apresurado a pronosticar que este barco militar español se guardará de acercarse finalmente a la zona de conflicto y evitará crear un incidente internacional. Es lo más probable, pero ¿Quién sabe qué pasa por la cabeza de este “jefe” tan altanero, creyente de tener el mando a lo dictador de lo que a él le parezca?
Es curioso, pero Italia ha ordenado que dos de sus barcos también militares se sumen al convoy y, desde luego, no es para desafiar a las autoridades israelíes, en su caso no. Disponer de la fuerza militar -ni grande ni pequeña- por la sola decisión de un primer ministro es una anomalía innegable. La democracia es un sistema que busca que los rumbos políticos, las medidas y las normas, sean el fruto de lo que quiere, propone y decide la sociedad, no el supuesto líder de forma personalísima sin más. Ello aumenta de grado mientras más importante o comprometida sea la resolución y más señaladas sus posibles consecuencias. Casi todo el mundo lo entiende, casi. Pero parece ser que acudir a las instituciones constitucionales para refrendar determinadas actuaciones es un engorro, una incomodidad, pues puede que se oigan voces discordantes en sede parlamentaria y no le apetece al señor… De esta actitud hay precedentes, todos de Sánchez, como la famosa carta al Rey de Marruecos de entrega del Sáhara.
Lo cierto es, más allá de otras consideraciones, que este gobierno y su deriva o ejecutoria tienen una gran contestación, y no le vale mirar para otro lado, pues la tendencia es notablemente creciente. En estos momentos el calendario judicial más cercano al Presidente, así como la incertidumbre, le atenazan y sumen en un evidente estado de nervios, hasta producir algunos episodios de malos modos. El mal humor se nos está contagiando en amplias y generalizadas capas de la sociedad, no así los malos gestos, felizmente. El tiempo se agota y alguna aberrante iniciativa legislativa encaminada a deshacer las causas familiares del Presidente no ha podido aprobarse. Son días de otoño.