El proceso separatista catalán, con su punto álgido en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, provocó una reacción patriótica inesperada no solo en Cataluña, traducida en movilizaciones populares en defensa de la Cataluña Hispánica y la unidad de España.
Pero también, a nivel político se generó una reacción, plasmada en las urnas con la irrupción de Vox en el panorama político a partir de 2019. Capitalizando mayoritariamente el resurgir de un sentimiento nacionalista español.
Una reacción inesperada además, por las décadas en las que el mismo régimen del 78 y su clase política, llenos de complejos y de una concepción ajena y beligerante contra todo planteamiento identitario – asociándolo erróneamente con el separatismo – han utilizado el denominado patriotismo constitucional como la respuesta del denominado “bloque constitucionalista” frente al secesionismo.
Ciertamente el régimen del 78 se encontró ante un fenómeno que se le podía ir de las manos, por lo que empezó – a través de los partidos constitucionalistas y movimientos cívicos afines a éstos- la canalización de la reacción patriótica de «La España de los balcones”, hacia un constitucionalismo, responsable por acción y omisión de la actual problemática territorial con los separatismos que no se circunscribe solo a Cataluña o País Vasco.
Y es que, la influencia alemana en el régimen del 78, no solo viene aplicada a la Ley fundamental de Bonn de 1949 o al asumir como propia la idea del “Estado social y democrático de derecho”, los partidos que se llevan turnando en el poder durante la Segunda Restauración, han asumido en sus idearios el concepto de patriotismo constitucional.
En el caso del PSOE es previsible por la matriz izquierdista y socialdemócrata de este concepto, incluso también es previsible el soporte del Gobierno de Pedro Sánchez por parte del separatismo y su Ley de Amnistía.
Pero en el caso del PP, el «patriotismo constitucional» fue asumido en una ponencia aprobada en su congreso nacional de Enero de 2002, totalmente vigente, evidenciando una vez más los complejos de la derecha liberal conservadora y democristiana española.
El constitucionalismo, entonces, tiene como base ideológica al patriotismo constitucional, un concepto surgido del “Institut für Socialforschung” (Instituto de Investigación Social), también conocido como Escuela de Frankfurt, en cual se agrupaban seguidores de Marx, Hegel y Freud.
El más conocido de sus teóricos, Jürgen Habermas, en su obra “Identidades
nacionales y postnacionales” define al patriotismo constitucional de la siguiente
manera:
“En este caso las identificaciones con las formas de vida y tradiciones propias
quedan recubiertas por un patriotismo que se ha vuelto más abstracto, que no se refiere ya al todo concreto de una nación, sino a procedimientos y a principios abstractos.”
(…) “En el proceso público de la tradición se decide acerca de cuáles de nuestras tradiciones queremos proseguir y cuáles no.”
Si nos atenemos a las palabras de Habermas, podemos comprender que la consecuencia de la crisis de la conciencia nacional en España, se debe precisamente a un proceso de deconstrucción de ésta que el mismo Régimen del 78 ha ido realizando, como continuación de todos aquellos que desde el siglo XVIII , impusieron la extranjerización y el rechazo a nuestra identidad cultural e histórica, considerada como algo arcaico y oscurantista que debía ser sustituido por unos valores ilustrados que como aportación negativa, traían la ruptura del individuo con “su circunstancia”, esto es, tradición, identidad, cultura, Historia o etnia; para ser sustituido por un individuo desarraigado que pueda ser manejable por intereses ajenos a la nación de la que forma parte.
Por ello, no es sorpresiva la adhesión del bipartidismo PSOE y PP al multiculturalismo así como la apuesta de ambos partidos por la inmigración masiva como herramienta de salvación económica y demográfica. Evidenciando su total negación de una noción identitaria de España.
Por tanto, para que exista una conciencia nacional, ésta solo tiene sentido con la fidelidad a nuestras señas de identidad y asumiendo un relato histórico nacional que va desde la Hispania romana hasta nuestros días, pasando por la reafirmación y reunificación de España con la Reconquista. Todo ello con sus luces y sombras pero nunca estas últimas, sean arma arrojadiza para la negación de España como patria histórica.
Un patriotismo identitario, popular y soberanista que no suponga la adhesión a regímenes políticos concretos, sino que éstos sirvan a los intereses de España y los españoles por encima de todo.