Vacaciones en La Mareta. Joaquín L. Ramírez

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Cuarenta escoltas, cuatrocientos metros como anillo de seguridad, movilizado el Grupo de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil (GRS)y las anunciadas presencias de Marlaska, Salvador Illa y ZP, como plato fuerte -seguramente también como equipo de seguridad complementario-, es el equipo del palacio de la Mareta. ¿En qué espejo cósmico dimensional se habrá mirado P. Sánchez para adjudicarse como residencia habitual vacacional un palacio de lujo impudoroso que el Rey de Jordania regaló en su día al Rey Juan Carlos y éste cedió de inmediato a Patrimonio Nacional? Nadie pensó que serviría para las vacaciones privadas fijas anuales de un megalómano, “presidente” en una monarquía parlamentaria constitucional, “por la gracia de Dios” -aun confesándose ateo-. Desde luego es un personaje de una novela de García Márquez.

Agosto será tan cálido como suele, en lo meteorológico, en lo social y en lo político. Lo que pasa es que vivimos tiempos más duros de lo normal. Sin presupuestos, sin mayoría y sin más hoja de ruta que la que intenta marcar Puigdemont, eso sí, con poca suerte, ya que la amnistía a éste último no “le coge” nunca. Con un cinco por ciento de aumento del turismo hasta la presente sobre el ejercicio anterior, España muestra su gran fortaleza en un sector en el que ningún competidor consigue desbancarla. El famoso y ansiado sueño de patronatos turísticos y autoridades de la cosa durante décadas de la “desestacionalización” es ya una realidad. Los muy variados y numerosos enclaves o destinos turísticos han conseguido, casi sin excepciones, mostrar también su capacidad de atracción más allá de la estación veraniega. El turismo, al que sin duda se le puede exigir más y mejor calidad, es la industria nacional, la primerísima y, bien usado, es el auténtico pasaporte del empleo y la prosperidad. Para aquellos que, contagiados de falsedades y maldad, empiezan a abominar de esta actividad hay que decirles que el estado del bienestar, la sanidad, la educación, las infraestructuras y el servicio público, hay que pagarlos. No, no salen los recursos del estado, si previamente no recauda los mismos del pecunio de los que trabajan. Por cierto, la carga fiscal en España es comparativa y porcentualmente de las más gravosas de occidente, algo cuyo rastro no puede adivinarse en la ejecutoria de calidad y frecuencia de los servicios de este gobierno.

A fechas de verano de 2025 la histórica Nación Española recogida en el artículo 2 de la Constitución resiste. También el estado de derecho. Todo ello a pesar del cupo catalán, de la amnistía inconstitucional, de los ataques al español, nuestra lengua franca universal, a pesar de los vergonzosos planes para la justicia, que no se aprobarán. España aguanta, estén ustedes ahí.

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